En una casita muy humilde de tablas, alejada de la ciudad, se encontraba un señor de mediana edad y un pajarito que lo acompañaba. El pajarito no andaba en jaula, volaba por toda la casa, pero el señor siempre se aseguraba de cerrar las ventanas. El señor le daba algunas libertades, el pajarito podía volar libre por toda la casa y hacer lo que quisiera, pero no salir fuera de ella. El pajarito se sintió insatisfecho, sentía que podía ser más libre, sentía que podía ser mas feliz. Un día el señor se descuidó y dejo la ventana abierta, cuando se dio cuenta el pajarito estaba volando libre y feliz. El señor salió de su casa, trató de atraparlo, de recuperarlo, hiso todo lo posible, pero no pudo, el pajarito había volado ya lejos. El señor se entristeció, de vez en cuando buscaba verlo por la ventana, lo recordaba, esperaba que vuelva.
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El pajarito voló fue feliz (no es que no haya sido feliz con su dueño, pero quería ser más feliz, quería la felicidad absoluta donde no quepa la tristeza) en escazas ocasiones recordaba a su dueño. Su dueño lo extrañaba, se sentía solo, pero con el tiempo fue comprendiendo que el pajarito no volvería, lo aceptó. El pajarito tuvo noches frias, conoció el mundo más a fondo, se dió cuenta que el mundo no era lo que él esperaba, que la felicidad no podía ser completa, que la perfección no existía, que las sonrisas sólo eran momentaneas y que, muchas veces, ya no podía sonreir, que sonreía para mostrar una imagen falsa de sí mismo, que la felicidad que buscaba no podía ser posible. El pajarito recordaba a su dueño, lo extrañaba mucho, lo extrañaba como no pensó extrañarlo, pero ya no encontró el camino de regreso y tampoco hubo dueño que lo espere.
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El pajarito voló fue feliz (no es que no haya sido feliz con su dueño, pero quería ser más feliz, quería la felicidad absoluta donde no quepa la tristeza) en escazas ocasiones recordaba a su dueño. Su dueño lo extrañaba, se sentía solo, pero con el tiempo fue comprendiendo que el pajarito no volvería, lo aceptó. El pajarito tuvo noches frias, conoció el mundo más a fondo, se dió cuenta que el mundo no era lo que él esperaba, que la felicidad no podía ser completa, que la perfección no existía, que las sonrisas sólo eran momentaneas y que, muchas veces, ya no podía sonreir, que sonreía para mostrar una imagen falsa de sí mismo, que la felicidad que buscaba no podía ser posible. El pajarito recordaba a su dueño, lo extrañaba mucho, lo extrañaba como no pensó extrañarlo, pero ya no encontró el camino de regreso y tampoco hubo dueño que lo espere.